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Los 365 días de la tierra no son una moda


Están muy de moda los Días y los Años de. En mitad del Año Internacional de la Biodiversidad se ha celebrado esta semana el Día de la Tierra. Pese a que las fechas parecen solaparse, no es un mal momento para prestar atención a la situación que vive nuestro Planeta Azul, un color con tendencia a oscurecerse ante la progresiva pérdida de biodiversidad. Conservar, en estos momentos, resulta clave para mantener los dos millones de especies identificadas a lo largo y ancho del planeta (aunque los especialistas indican que podrían rondar los trece millones).

Y es que la Tierra habla. La comunidad científica no termina de encontrar una causa a la sucesión de catástrofes de los últimos meses. Los terremotos de Haití, Chile y China además de la reciente erupción del volcán islandés ha mostrado la debilidad del hombre ante las manifestaciones ( en mi opinión protestas) de la naturaleza. El aumento de la demografía hace que sufra sus crueles sacudidas cada vez con mayores consecuencias, tanto en vidas humanas como económicas.

Como he contado en otras ocasiones soy una activa defensora del medio ambiente, por eso no quería dejar pasar un dia más sin hablaros de una nueva moda que ha surgido en EEUU ( como no podía ser de otra manera) se trata de la dieta baja en CO2, y es que según un estudio los alimentos son responsables de al menos el 20% de los gases de efecto invernadero.

Los seguidores de la dieta baja en carbono consumen alimentos no sólo beneficiosos para la salud, sino también para el medio ambiente. Para ello, evitan los productos de mayor impacto en el calentamiento global, como los que necesitan más energía o recursos naturales, se transportan desde lejos, o requieren de un complejo envasado. Diversos libros y páginas web ofrecen consejos y recetas para que los consumidores reduzcan su huella de carbono a la hora de alimentarse

El Instituto de Agricultura Sostenible de la Universidad de California, en EE.UU. trabaja en el proyecto "Dieta baja en carbono", que mide las emisiones de GEI en el ciclo de vida de los alimentos, desde que se elaboran, se transportan, hasta que llegan a la mesa.

Este movimiento promueve un tipo de alimentación que tiene en cuenta su impacto en el calentamiento global. Los defensores de la dieta baja en carbono valoran la cantidad de GEI emitidos durante la producción, embalaje, procesamiento, transporte, preparación y transformación en residuo de los alimentos ya que las decisiones de los consumidores y del sistema alimentario pueden contribuir en gran medida a reducir la emisión de CO2.

Según este criterio, los ciudadanos que quieran reducir su impacto en el cambio climático deberían aumentar el consumo de productos locales. Este tipo de alimentos, como defienden los localtarianos, (bonito palabro) evitan el transporte desde puntos lejanos, el uso de energía y la liberación de gases contaminantes.

Este último punto es para mí uno de los más importantes, ya que resulta fácil de seguir, bajo este criterio no solo colaboramos a evitar una mayor emisión de CO2, además contribuimos a dinamizar el tejido empresarial local, de capa caída en los últimos tiempos y si no que se lo pregunten a los agricultores de nuestras islas.

Pero continuemos con el tema de la dieta, para seguir este tipo de alimentación no sólo hay que fijarse en dónde se han producido los alimentos, sino también cómo. Ya que los estudios señalan que la principal contribución de la producción alimentaria al cambio climático proviene de la ganadería. El 60% de los GEI asociados con carne de vacuno se relacionan con la emisión de metano o de nitrógeno procedentes del tratamiento del estiércol. Recuerdan aquella publicidad en la revista de alguna compañía aérea en la que se comparaba la contaminación producida por los aviones con la emisión de CO2 del excremento de las vacas?

El caso es que los productos frescos, de temporada, no envasados ni procesados, son otro de los alimentos estrella de una dieta baja en carbono. El empaquetado de productos requiere el uso de plástico y energía; de forma similar, la transformación o congelación de un alimento para conservarlo y transportarlo conlleva el uso de energía y diversos procesos industriales que lanzan a la atmósfera diversos GEI. El agua mineral embotellada es una de las peores compras por la gran cantidad de recursos utilizados.

Como pueden observar o en este caso leer, al final se trata de volver a las costumbres de nuestras abuelas, esto es comprar productos frescos del día, consumir frutas y verduras de temporada, cocinar cantidades moderadas que nos permitan consumirlas inmediatamente y sin necesidad de congelar, aunque ahora viene la pregunta del millón, que hacemos las mujeres y hombres que trabajamos fuera de casa, disponemos de poco tiempo y necesitamos alimentar a nuestras familias? A mi me parece que poco podremos hacer, aunque algunos puntos de la dieta baja en CO2 si que podemos cumplirlos, quizás la cuestión de fondo sea cambiar nuestras prioridades y expectativas, dejar de ser “super” mujeres/hombres y apostar por una vida más sencilla, imagino que es difícil pues eso supone una modificación de los hábitos, ideas, sueños, todo ello implicado plenamente en lo personal, por tanto dejo a la elección de cada uno de nosotros el decidir como contribuimos a contaminar menos, pero desde aquí invito a que en la medida que podamos colaboremos a construir un planeta mejor, para que el día de la tierra no sea solo eso un día, sino los 365 dias del año.

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