Hay ropa y accesorios que se quedan por generaciones dentro de una familia como un símbolo de buen gusto?
La respuesta a esta pregunta es sin duda SI, a la hora de comprar, hay que pensar en la posteridad, la nuestra mas inmediata y porque no la de futuras generaciones.
Cuando una madre adquiere una cartera de lujo, un reloj de marca o un abrigo de calidad, no lo entiende como un gasto sino como una inversión. Sabe que ese objeto va a estar ahí cuando le llegue la hora de partir de este mundo. Y firma el ticket de la tarjeta de crédito con la idea -consciente o no- de legar algo de sí misma en la familia, a las hijas, a las sobrinas o por último a la descendencia de sus amigas más queridas. La cosa es dejar huella a través de un objeto que será atesorado.
En este juego, el dinero es un factor significativo. En estos tiempos la moda pareciera estar dominada por los códigos del fast-fashion, centrado en lo desechable y pasajero. Por lo tanto, no existen baratijas, por hermosas que estas sean, que duren más de cien años. La industria del lujo, en cambio, se orienta a la producción con estándares de calidad tan exigentes como para que sus artículos sigan intactos de una generación a otra. Si no de donde creen que ha nacido el vintage.
Por lo general las cosas buenas, hechas a mano, son piezas de valor, invertir en algo que perdura no duele. Una joya o una magnífica cartera, si es para siempre y será después de nuestras hijas, bien vale el esfuerzo.
No se trata de elegir algo de alto precio y punto, porque, hay cosas carísimas que francamente son horribles. Lo escogido debe además ser atemporal. Nada se saca con invertir en un producto que es trendy hoy pero que después se verá pasado de moda; de lo que se trata es de adquirir clásicos que siempre se ven actuales. Lo ideal es tener esos tesoros que no tienen caducidad en el calendario de la moda, porque pertenecen a la bitácora de lo atemporal, de lo chic, de lo que tiene estilo propio. ¿Ejemplos? Un traje dos piezas de Chanel, un foulard de seda italiana, un trench Burberry, una cartera Hermés, una joya de Tiffany.
CHANEL Y SU DOS PIEZAS
Aunque parezca increíble, hasta un diseñador como Karl Lagerfeld, apodado 'el zar de la moda', tiene un pie forzado cuando se trata de diseñar. Como director creativo de la casa Chanel en París, este alemán con fama de excéntrico puede darse todos los lujos que quiera, menos uno: olvidarse de diseñar al menos un conjunto de dos piezas, compuesto por una chaqueta y una falda de corte sencillo, en cada colección.
El modelo en tweed que creó la mismísima Coco Chanel en 1920, como parte de su cruzada en pro de dar libertad a una generación de mujeres encorsetadas y nunca mejor dicho, es un ícono de la marca, tan potente como la cartera con acolchados y cadenas. Además, es tan simple y perfecto que puede reinventarse mil y una veces, sin dejar de lado sus códigos básicos: la tela de tweed, la chaqueta entallada en diferentes largos y esos detalles que hacen la diferencia, como las cadenas en los dobladillos o los bolsillos frontales.
Como es lógico, este fabuloso y elegante traje ha sido imitado y recreado hasta la saciedad por muchísimas casas de moda en todo el mundo. Entre otras razones, porque el precio de un traje original es estratosférico, lo que lo deja al alcance sólo de una élite.
PAÑUELO: EN SEDA E ITALIANO
En los años 50, el accesorio más coqueto y femenino era el pañuelo para cubrirse el pelo al viajar en un descapotable, hay que tener al menos un pañuelo grande, porque ilumina el rostro cuando se ata al cuello. Lo importante es escoger bien el color: hay que saber cuál combina mejor con la ropa que usamos y con el tono de nuestra piel, ojo al dato.
Pero ¿por qué es ideal que sea de seda e italiano? Simplemente porque la seda es quizás el material más suave y elegante que existe, y porque es en Italia donde nació el concepto de foulard tal como lo conocemos hoy, lo que le ha dado a ese país una tradición manufacturera.En los años 60, Emilio Pucci fue el primero en lanzar una colección de pañulos de seda con motivos estampados o pintados en colores vivos. Su idea fue imitada rápidamente por numerosos fabricantes, especialmente en Francia, lo que explica que la palabra gala foulard sea la favorita para referirse a este accesorio.
¡I LOVE TIFFANY!
Ponerse un anillo, collar, reloj o lo que sea de la célebre marca Tiffany & Co. es un placentero viaje a la elegancia. ¿Quién no quisiera tener, por ejemplo, el anillo de compromiso Tiffany Setting, que desde 1886 es el solitario más famoso del mundo y permanece en el inconsciente colectivo como emblema del romanticismo? ¿O adquirir algo del glamour que irradiaba Audrey Hepburn al tomar café en la película Desayuno con diamantes que Blake Edwards dirigió en 1961?
Qué duda cabe: desde que fue fundada en Nueva York en 1837 por Charles Louis Tiffany, esta joyería se ha destacado siempre por su capacidad de mantener la sobriedad incluso en sus modelos más osados, hasta convertirse en un símbolo de distinción. Quien recibe una de sus famosas cajitas verde agua, envueltas con una delicada cinta blanca, sabe que adentro no puede haber algo feo o de mal gusto. No en vano han colaborado con sus diseños creadores como Paloma Picasso, quien hizo una colección para Tiffany cuando era la reina del estilo, en los años 80, y el famoso arquitecto Frank Gehry, Premio Pritzker, quien elaboró una línea de joyas de tan sinuosas como las de sus aplaudidos edificios.
En sus comienzos, esta empresa fue lo suficientemente visionaria como para crear el primer catálogo de ventas por correo, en 1851. Hoy su acento está puesto en la coquetería sutil y en el uso juguetón de su gema estrella: los diamantes. Como nota les comento que hay personas que incluso estarían dispuestas a pagar por tener “solo” la cajita verde de Tiffany’s.
UN BIRKIN EN EL BRAZO
Todo fashionista sabe lo que es un 'it' bag, esas carteras dotadas de personalidad propia que llenan páginas en revistas de moda. Quizás no hay un mejor ejemplo de ellas que la Birkin Bag, de Hermès, con herrajes de plata u oro, hilos de lino y cierres de oro o paladio.
Parte del revuelo que causa tiene que ver con su historia. En 1984, Jean-Louis Dumas (presidente de la firma francesa) iba en un avión junto a Jane Birkin, actriz inglesa símbolo de estilo y belleza en los años 70. Al verla complicada tratando de encontrar cosas dentro de su bolso, le preguntó cómo sería su cartera ideal. La diva bosquejó un diseño que no perdía elegancia pese a su indudable aspecto práctico.
Los artesanos de Hermès tardan cinco años en aprender a fabricar una Birkin. Su demanda supera el ritmo de producción, por lo que existe una lista de espera para comprarlo. En Nueva York o Tokio alcanza los tres años. Esto determina no sólo su alto precio sino también la existencia de personas poco escrupulosas que los compran legalmente y luego revenden a precios abismales.
QUE HARIAMOS SIN EL TRENCH BURBERRY
Con jeans para una ocasión informal; sobre un vestido y sandalias para una fiesta elegante, cubriendo un traje-pantalón para una reunión en la oficina, en las noches de verano o en las tardes otoñales… Si algo tiene el trench es su versatilidad. Y la clave para entender esta vocación está en su origen: pieza indispensable en el armario moderno, nació para ir a la guerra y adaptarse a diferentes tipos de situaciones y climas.
En 1914, el ejército inglés le encargó a Thomas Burberry, director de una casa de moda fundada en 1856, que diseñara un abrigo liviano y resistente al agua para sus soldados. Tras investigar mucho para resolver este encargo, inventó la gabardina, tejido muy liviano compuesto por tupidos hilos, que resiste la humedad. El propio Burberry recuperó el diseño de los antiguos abrigos y sembró el camino para convertir el trench en la pieza fashion, admirada e imitada, hoy en día.
El talendo del diseñador Christopher Bailey a la cabeza de Burberry, se ha preocupado de que su producto estrella no sólo se actualice constantemente, sino que también se convierta en objeto de culto. Un buen ejemplo de ello es la página artofthetrench.com, creada a fines de 2009. Se trata de una red social en la que personas comunes y corrientes podrán mandar sus fotos usando un trench Burberry y relatar sus historias en torno a esta prenda. En la edición inglesa de Vogue, el propio Bailey explicó: "Este proyecto celebra a nuestro impermeable icónico al capturar la conexión emocional que hay detrás de él. Muchas personas tienen algo que contar sobre su trench o sobre la primera vez que tuvo contacto con uno. Adoro la idea de que gente de todo el mundo pueda compartir estas historias".
Finalmente decir que todos estos productos de lujo, son piezas que cuentan historias de quienes los utilizan, todas guardan emociones, y nos elevan al séptimo cielo cuando los recibimos ya sea como regalo o como primera compra, al fin y al cabo se trata no solo de heredar piezas de lujo y calidad, sino todo el imaginario creado por la marca y construido por nuestras propias vivencias.
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